Así luce el cerebro de las personas que alegan haber visto extraterrestres

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Las historias de extraterrestres salieron del mundo de la ciencia ficción. Los expertos ya no hablan de los Objetos Voladores No Identificados (OVNI) que me hacían parar los pelos de punta cuando era una niña en la década de 1970. Ahora les llaman Fenómenos Aéreos No Identificados (UAP, según sus siglas en inglés) y no generan urticaria entre los puristas que calificaban de desquiciados a todos los que tenían la osadía de hablar sobre un posible contacto con seres de otros mundos.

Lo cierto es que hay científicos con largas trayectorias dedicados al estudio de los UAPs y hasta la Armada de Estados Unidos ha emitido lineamientos que animan a los pilotos a reportar cualquier avistamiento curioso, confuso o inexplicable durante sus vuelos.

Uno de esos investigadores interesados en los UAPs es Garry Nolan, profesor de Patología de la Universidad de Stanford. Como buen patólogo, la mayoría de sus 300 artículos se centran en el estudio de enfermedades. Pero también tiene 10 años escudriñando el cerebro de personas que aseguran haber visto los famosos Fenómenos Aéreos no Identificados.

Su robusta reputación académica lo salva de ser etiquetado como un científico loco. Nolan tiene 40 patentes registradas, ocho firmas de biotecnología y fue reconocido como uno de los 25 inventores más sobresalientes de Stanford.

En una entrevista reciente con la revista Motherboard, de la publicación Vice, Nolan reconoció que siempre ha sido un ávido lector de ciencia ficción y ese interés le hizo estar atento a los relatos sobre OVNIS en las redes sociales.

Las marcas de la hiperconectividad

En una primera fase del estudio, Nolan analizó a 100 pacientes. Se trataba de personal de defensa que había presentado lesiones. Un grupo de individuos con síntomas diversos. Algunos se sentían mareados, otros escuchaban ruidos extraños, otros tenían un zumbido permanente en la cabeza. Y un número considerable de ellos alegaron haber visto UAPs o haber estado cerca de objetos que los enfermaron.

El equipo investigador notó similitudes en lo que pensaban que eran cicatrices o tejido muerto. Pero cuando miraron más de cerca se dieron cuenta que no se trataba de células dañadas porque se encontraban justo en los ganglios basales, un grupo de núcleos responsables del control motor y otras funciones cerebrales vitales.

“Si esas estructuras estuvieran severamente dañadas, esa gente estaría muerta. Fue cuando me di cuenta de que esas personas no tenían lesiones, sino una sobre conexión de neuronas entre la cabeza del caudado y el putamen”, dijo Nolan. El núcleo caudado juega un papel importante las funciones neurológicas complejas y el putamen está involucrado en la planificación, aprendizaje y ejecución motora.

Si observamos a 100 personas promedio no veremos este tipo de densidad neuronal en esa zona. Así que los científicos intentan dilucidar si el contacto con esos fenómenos aéreos fue la causa de esa proliferación neuronal.